12/7/14

mi artículo chino

 En 2004, la revista Publicaciones infantiles y juveniles en Chine, presentó una traducción en mandarín de mi artículo « Andersen y Marti : dos cantos para un ruiseñor », estudio comparativo del cuento « El ruiseñor », de Hans Christian Andersen (Odense, 1805 - Copenhague, 1875) que fuera adaptado por el escritor, pensador y político cubano José Martí (La Habana, 1853 - Dos Rios,1895) e incluido en el cuarto y último número de su revista infantil La Edad de Oro (Nueva York, 1889) con el título significativo de “Los dos ruiseñores”. 


tapa de la revista Publicaciones infantiles y juveniles en China

La Edad de Oro, conocida generalmente en formato libro (la primera versión que reunió los cuatro números en un solo volumen fue publicada en Costa Rica, en 1921) ha sido numerosas veces reeditada en Hispanoamérica, donde se la considera como uno de los clásicos de nuestra literatura infantil y juvenil. En Cuba, donde se la reedita frecuentemente, los niños conocen perfectamente esta fabulosa compilación de cuentos, poemas y artículos de temática diversa.


tapa original de La Edad de Oro


primera página del número que contiene "Los dos ruiseñores"

índice del número 4 que presenta también "Un paseo por la tierra de los anamitas", un importante artículo referido al extremo oriente

A diferencia de los otros textos de La Edad de Oro que no fueron escritos por el propio Marti  (los otros dos cuentos son del francés Edouard de Laboulaye, que los había adaptado a su vez de tradiciones nórdicas), “Los dos ruiseñores” no es una simple traducción, sino una versión libre. Los cambios introducidos por Martí reflejan claramente sus ideas políticas y su admiración por la resistencia china al dominio occidental que tenía lugar a fines del siglo XIX. En ese sentido el cuento de Martí es realista, mientras que la versión de Andersen utiliza la China imperial como mero marco exótico. Por otra parte, todo el resplandor de la prosa modernista del gran escritor cubano y su admirable capacidad para comunicarse con los pequeños resaltan en la adaptación.

La primera traducción integral francesa de La Edad de Oro comenzó a publicarse (número a número, como en la versión original) en 2012. Es la iniciativa de la modesta asociación de Lyon (la segunda ciudad de Francia) L’Atelier du Tilde. En febrero del año siguiente, durante la Feria Internacional del Libro de La Habana tuve la satisfacción de presentar los dos primeros números en la Sociedad Cultural José Martí y en el Centro de Estudios Martianos. A esta última institución y a la Biblioteca Nacional de Cuba (que lleva precisamente el nombre del gran poeta, pensador y organizador de nuestra independencia) ofrecí sendos ejemplares de la publicación.
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tapa del segundo número de la edición francesa (Lyon, 2013)



indice en inglés de la revista china de literatura infantil y juvenil

primera página de mi artículo en mandarín


DOS CANTOS PARA UN RUISEÑOR

El cuento chino de Andersen


por Joel Franz ROSELL

El año 2005 reúne una vez más a Hans Christian Andersen (Odense, 1805- Copenhague, 1875) y a José Martí (La Habana, 1853-Dos Ríos, 1895). En este artículo me referiré particularidades y circunstancias de la creación de uno de los más hermosos y característicos textos del Príncipe de la literatura infantil. “El ruiseñor” se ha popularizado en Cuba en la versión que hizo Martí para su revista La Edad de Oro, y de las peculiaridades de dicha adaptación nos ocuparemos en un segundo artículo.

Un encuentro impredecible
De entrada, nada predisponía al encuentro de estos dos titanes literarios. En primer lugar, pertenecían a generaciones diferentes y, de cierta manera, en conflicto, pues Andersen era romántico y Martí postmoderno. En segundo lugar, tenían conceptos muy distintos del libro infantil; para el danés lo importante eran los sentimientos y la fantasía, mientras para el cubano, los libros debían preparar al niño para la vida y darle una conciencia ciudadana crítica. Para terminar, sus preferencias políticas eran diametralmente opuestas, dado que uno admiraba la realeza y el otro era un convencido republicano.
Pero también hay cosas que los acercan. Andersen fue uno de los primeros autores infantiles, y sin dudas el que dejó una bibliografía más amplia y trascendente, en recurrir más a su imaginación que al acervo de narraciones populares anónimas (Perrault y los hermanos Grimm, por ejemplo, no son más que adaptadores de gran talento). Por otra parte, el escritor danés se atrevió a utilizar el habla común y no la prosa canónica en boga, y por ello fue incomprendido y criticado. Si hoy algunos de sus textos nos dan la impresión de explicitar sus mensajes y estar cargados de religiosidad, lo cierto es que Andersen supo posponer lo educativo al desarrollo de la trama y al placer de la palabra, y propició una imagen de Dios más amable y cercana que la autoridad severa y distante común en su época (la misma que quiso imponerle a Martí el editor de La Edad de Oro, causando así el prematuro fin de la revista).
Dos últimos factores se combinaron para posibilitar el encuentro del más famoso de los daneses con el más grande de los cubanos: en primer lugar la calidad literaria del cuento que los une, y en segundo, el conocimiento de la infancia adquirido por Martí en su relación con María Mantilla, que le permite no solo cambiar su opinión sobre Andersen, sino hacer de La Edad de Oro la obra maestra que es.
Andersen titula su texto "El ruiseñor" y Martí llama a su versión “Los dos ruiseñores”. Si el primero sugiere que no hay más que un ruiseñor: el verdadero, de canto portentoso e inimitable, comparable a la imperiosa individualidad de esos artistas románticos entre los que él mismo se inscribe, el segundo insiste en la oposición entre el arte verdadero (el ruiseñor vivo) y el falso (el ruiseñor mecánico, de oro y piedras preciosas).
Hans Christian Andersen siempre reclamó para sí el término danés digter, que unge al poeta con cierta aura divina. El artista incomprendido, el valor de lo sencillo-auténtico y el poder redentor del arte son motivos recurrentes en su obra. Hombre de orígenes extremadamente humildes, que luchó siempre por el éxito personal y el aplauso de la aristocracia (la de « sangre » y la del espíritu), Andersen tenía aspiraciones que estaban prácticamente en las antípodas de las de Martí, que salido de un estrato social menos humilde, puso su vida al servicio de la libertad, la democracia y la justicia.
 Pero a la larga, Andersen y Martí comparten una postura que los define como escritores modernos: saben vehicular en un relato para niños la pasión de sus vidas. Que una de esas pasiones fuese personal y estética, y la otra colectiva y revolucionaria, termina por no ser más que un detalle.

 

El "cuento de hadas chino"

El 11 de octubre de 1843 Andersen anota en su diario: "Pasé la noche en Tívoli para la celebración de Carstensen. Volví a casa y comencé mi cuento de hadas chino"[1]. Al día siguiente precisa que lo ha terminado y un mes después lo publica bajo el título de "El Ruiseñor"[2].
Andersen se inspira en las chinerías imaginarias y no en la China real, a la que no lo acercó ni siquiera una documentación fiable. Los primitivos pabellones del Tívoli, de madera y lona, fueron Morisco, Turco y Chino, sin contar el bazar oriental o el Concert Hall (todavía en pie), que, según rumores difundidos probablemente por el propio inventor del parque, habría sido diseñado por el emperador de China en persona.
El especialista en literaturas escandinavas Régis Boyer recuerda que: "la moda de las chinerías estaba viva a comienzos del siglo, en Dinamarca como en toda Europa: el motivo reaparece muchas veces en la obra de Andersen y la lista sería aquí ociosa. Apasionado como era del teatro, el autor pudo también tomar sus motivos chinos del libreto de Scribe para la ópera de Auber El Príncipe de China, representada en el Teatro Real (de Copenhague) el 29 de enero de 1836"[3].
Pero es en la infancia que se produce el primer encuentro de nuestro autor con la China fabulosa: « Una anciana lavandera me había asegurado que el Imperio de la China estaba justamente debajo del río de Odense. De tal modo que yo esperaba en las noches de luna ver surgir de las aguas a un príncipe chino que, tras haberme oído cantar, me llevaría con él a su reino, me llenaría de riquezas, me colmaría de honores y me permitiría regresar enseguida a Odense, donde haría construir castillos para radicarme en ellos »[4].
En líneas generales, el romanticismo danés consideraba que un artista, fuese poeta o pintor, debía trascender su país y buscar inspiración en climas exóticos. Andersen viajó abundantemente por Escandinavia, Alemania, Francia, Gran Bretaña... y sobrepasó los límites, entonces pintorescos, de Europa (Nápoles, Andalucía, los Balcanes...), para llegar a Malta, Marruecos y Turquía. Solo tres meses antes de escribir “El ruiseñor” ha terminado un largo periplo que lo llevó hasta la actual Estambul. El peculiar ambiente del Imperio Otomano debió dejar el espíritu de nuestro autor preparado para situar en China su nuevo cuento.
Pero al acontecimiento farandulero que pudo servir de detonante y al sueño infantil que aportó el combustible, el biógrafo danés Elias Bredsdorff añade el vínculo pasional que confiere a la obra su profunda significación. Todo el mes que precede la redacción del cuento la pasó Andersen en la fascinante cercanía de Jenny Lind, una bella y talentosa soprano que no tardaría en ser conocida en todo Occidente como “El ruiseñor sueco”.
Recuerda Bredsdorff que cuando se presentó en Copenhague en el otoño de 1843, la Lind aún no era conocida fuera de Suecia y el público prefirió la ópera italiana que daban en el Teatro de la Corte. Andersen, que ya había hecho de ella el más durable de sus amores platónicos, habría representado a la soprano en la figura del ruiseñor auténtico, y reservado a la compañía italiana el triste rol del ruiseñor artificial. Bredsdorff subraya que cuando la diva cantó para el rey de Dinamarca, éste la premió con diamantes. Andersen presenció la escena y pudo tomarla como modelo para la situación del cuento en que el emperador chino ofrece al ruiseñor su chinela de oro.
Régis Boyer evoca otra anécdota, recogida en sus memorias por la actriz y cantante Charlotte Bournonville :
Uno de los más cercanos amigos de mi padre, un joven muy amante de la música, estaba peligrosamente enfermo y la pena que le causaba no poder escuchar a Jenny Lind contribuía notablemente a empeorar su estado. Cuando Jenny Lind lo supo exclamó: “Querido señor Bournonville, déjeme cantar para ese enfermo”. Era arriesgado someter a un enfermo grave a tal emoción, pero dio resultado. Pues después de escucharla, se recuperó [5].

Miembro del círculo de amistades de la Lind y los Bournonville, nuestro escritor estuvo ciertamente al tanto del singular suceso y pudo convertido en la situación central del cuento. De cualquier manera, tanto Jenny Lind como el propio Andersen fueron  grandes artistas, espíritus sensibles, frecuentemente incomprendidos, a quienes les cabía el rol del ruiseñor. Muchos son los textos, de ficción o no, en que el autor danés defiende su convicción de que el genio innato, cuyo talento natural sería de esencia divina, es necesariamente superior al artista de cultivo. Andersen, no lo olvidemos, tuvo una formación académica tardía y accidentada, y nunca consiguió el reconocimiento pleno de las cumbres intelectuales de su país.
La cuestión del escenario del cuento es decisiva a la hora de comprender el carácter autobiográfico que tienen muchos de los mejores textos de Andersen, pero también para entender las principales modificaciones que introduce Martí en su versión “Los dos ruiseñores”. En El cuento de mi vida leemos: « Los viajes son para mi espíritu como un baño refrescante y restaurador. Necesito de ellos, no para remozar mi inspiración, sino para dar en un marco común vulgar, una expresión y una forma novedosa e inédita »[6].
Hemos de concluir que tras el decorado oriental del cuento se halla Dinamarca. La relación de Andersen con su país fue una sucesión compleja de amor y rencores, de loas y reproches que se tornan explícitos en su correspondencia y en sus diarios, y se que adivinan en varios de sus textos de ficción (para niños o para adultos; cuentos, novelas, poemas o piezas teatrales).
Cuando escribe “El ruiseñor”, Andersen ha alcanzado su primera madurez, empieza a ser bien conocido en Alemania y Gran Bretaña, y a tener cierto reconocimiento en Dinamarca. Este cuento testimonia su maestría en la composición, en el manejo de las imágenes y la palabra, y su capacidad para transformar experiencias de vida y sentimientos íntimos en una fábula universal. La penúltima escena, en que el ruiseñor arranca al Emperador de las garras de la Muerte, puede inscribirse entre las más bellas páginas de la literatura (para chicos o no) de todos los tiempos.

Publicado como “Andersen y Martí: dos cantos para un ruiseñor” en Cuatrogatos, revista electrónica de literatura infantil. no 4. Miami, mayo de 2001. http://www.cuatrogatos.org/articulolosdosruisenores.html

Otras versiones:
“Andersen y Martí: los dos ruiseñores”. CLIJ. Barcelona, septiembre 2001
“Andersen y Martí: dos cantos para un ruiseñor”. Umbral números 17 y 18. Santa Clara, Cuba 2004-2005.

Bibliografía

ANDERSEN, Hans Christian: Oeuvres. Paris. Gallimard, 1992. Colección La Pléiade,   tomo I. Traducción, notas y presentación de Régis Boyer.
_______________________ : El cuento de mi vida. La Habana. Gente Nueva, 1989.
 Elias BREDSDORFF: Hans Christian Andersen. Paris. Presses de la Renaissence, 1989. MARTÍ, José: La Edad de Oro. La Habana. Centro de Estudios Martianos & Editorial Letras Cubanas, 1989. Edición Facsimilar.
Diversas versiones de “El ruiseñor”, en castellano, portugués, francés, italiano, inglés y danés.



[1]  Boyer,  In : Andersen : Oeuvres, p. 1354
[2]  Primera edición en libro:  Nuevos cuentos. Primer volumen. Primera colección. Copenhague, 1844.
[3]  Boyer,  Ibid.
[4]  Andersen : El cuento de mi vida;  p. 29
[5]  Boyer,  Op Cit, p. 1355
[6]  Andersen : Op Cit.; p. 129




Hay tres versiones de este artículo en castellano:

 “Andersen y Martí: dos cantos para un ruiseñor” en Cuatrogatos, revista electrónica de literatura infantil. no 4. Miami, mayo de 2001. http://www.cuatrogatos.org/articulolosdosruisenores.html

“Andersen y Martí: los dos ruiseñores”. CLIJ. Barcelona, septiembre 2001

“Andersen y Martí: dos cantos para un ruiseñor”. Umbral números 17 y 18. Santa Clara, Cuba 2004-2005.

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